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Forzada migración


De Sabanagrande, Francisco Morazán salimos hacia la ciudad en busca de un título de educación media, meta que nos inició en las actividades laborales, y luego propició nuestra formación universitaria.

La necesidad de superación, se impuso para dejar atrás la añorada infancia y esos primeros años de juventud; por la proximidad con el Distrito Central, gran número de paisanos nos radicamos en las "gemelas" Tegucigalpa y Comayagüela.

Eventualmente, como "migrantes rurales" regresamos por cortos períodos, (horas) al anhelado terruño consientes que del pasado, tan sólo buenos y encantadores recuerdos nos acompañarán.

Descubrimos, entonces, que producto del inevitable ciclo por cumplir, entre nacer y morir, en Sabanagrande se ha extinguido una gran parte de la gente con la que convivimos en esos pretéritos años.


Que ya no conocemos a muchos en nuestro pueblo, es una máxima; más aún, testimonio de muchos es que esta declarada "ciudad" en un gobierno nacionalista, ha acogido personas "extrañas" que generan suspicacia entre sus nativos.


Extraoficialmente, pero evidente es que existe gente foránea ejerciendo actividades comerciales - por ejemplo - en la calle y alrededores de la escuela de esta localidad bajo la supuesta premisa acreditada a la autoridad municipal, que eso trae "progreso y desarrollo".

Si tan sólo ese fuera el argumento, esa importación humana además de provocarle ganancias por productos y servicios a la Municipalidad de Sabanagrande, sería "inofensiva".

No obstante, discrepamos de tal cálculo municipal, de acuerdo al asedio no sólo de nuevos comerciantes que compiten con los locales, sino por la aparente delincuencia común que se ha desatado en este lugar.

Lo anterior es refrendado por una serie de denuncias ante la Unidad Metropolitana de Prevención Policial, UMEP-14, con sede en Sabanagrande, interpuestas por la afectada ciudadanía que experimenta ese cambio apasible a uno conflictivo dada la sustracción de objetos en residencias particulares, hurto de productos en comercios de la zona, entre otros.

Así el panorama, la cultura de la sospecha se cierne sobre los sabanagrandenses, con la única posibilidad de vivir "encuartelados".

La Corporación Municipal, la Umep y otras instituciones locales y gubernamentales, entretanto, deben concentrar esfuerzos por lograr que sus casi 22 mil habitantes retomen la confianza en las mismas.


Dar paso al "progreso y desarrollo" en las condiciones descritas, implica que Sabanagrande, se vea sumergida en un caos, del que propios y extraños están siendo expulsados.


En conclusión, también Sabanagrande vive un propicio ambiente para la migración que, como en otras latitudes, le brinde nuevas opciones de vida a su oriunda ciudadanía.


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