La emoción de un reencuentro familiar
El día era soleado, el calor reflejo fiel de esas tardes en el que los rayos se irradian sobre los terrenos poco áridos que rodean al monumento en conmemoración a la Batalla de La Trinidad, en el sector conocido como El Obelisco de Sabanagrande Francisco Morazán.
Mientras ingenuo un amigo preguntaba que hacía en aquel lugar, llegamos a una casa de familia humilde y sencilla… ¿Aquí vive doña Catalina? No en la otra casa nos contestaron casi en coro tres damas con voz pausada.
Tras cruzar un puente hechizo de madera llegamos a una vivienda en cuyo corredor nos recibió una señora de piel trigueña clara, pelo largo entre canas, quien con cierto grado de escepticismo nos respondió que en efecto ella era doña Catalina Ordoñez Zelaya de unos 74 años de edad.
Precisamente una de las hermanas de doña Enma Ordoñez quien durante unos 60 años no volvió a tener contacto permanente con sus ancestros familiares, desde un día, que por circunstancias del destino decidió emigrar a la capital en busca de un empleo como muchos casos de nuestra sociedad.
En una amena plática, doña Catalina nos confesó que luego de ser publicada la nota de su hermana Enma por el primer periódico de la zona sur de Francisco Morazán La Puerta al Sur, logró tener comunicación con ella. “La verdad no me recordaba, la vi una vez hace unos 26 años, después no supimos de ella hasta el día viernes 2 de marzo… imagínese fue algo emocionante hablamos por video llamada, le conté que sus padres murieron, que de nueve hermanos cuatro ya no existen”.
“Tuve muchas veces el mismo sueño con ella, la miraba llegar por ese puentecito, yo corría a encontrarla y nos dábamos un fuerte abrazo, luego pensaba ¿será que ella murió?”, relató.
Con sencillez dice que la alegría fue inmensa al ver a su hermana. La esperanza es que ella venga junto a su familia y nos reencontremos, nunca es tarde.
Así como el caso de esta familia, centenares de hondureños han dejado de tener comunicación con sus seres queridos, no importa la circunstancia; al final, la vida nos da la oportunidad de recapacitar, como dijo el escritor Pablo Neruda: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.”